Siempre hay una primera vez, pero ésta era la segunda en que íbamos como a favor de querencia para algo tan sugerente como es hablar de toros ante un público respetuoso y ciertamente numeroso. Estábamos como en una suerte de cuarto de cabales con abundancia de amigos para la conversión en ágora taurina, y por supuesto también cultural, del Casino de Cazalla de la Sierra. Y qué bonita está la Sierra en esta tardoprimavera en que la felicidad del adiós a la sequía lo verdea todo. Se trataba de resumir la Feria taurina bajo la moderación de Carlos Navarro, ya un cazallero de adopción, más la complicidad de Ramón Valencia y de Joaquín Moeckel, indiscutibles autoridades del ramo. Una sesión de apología taurina desarrollada sin complejos, en plena libertad, con respeto y, claro, muy a favor de querencia.
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