El Recreativo inició la temporada con un reto: consolidación en Primera Federación por las circunstancias económicas adversas que maniatan el presente y perpetúa el futuro a corto plazo. Así hilvanó un proyecto basado en una plantilla a prisa con su saldo disponible entre mezcla de juventud y veteranos en sus últimos suspiros deportivos. Y cuando este fin se preveía cumplido en el horizonte por la trayectoria de menos a más durante la primera vuelta se enfrentó al segundo desafío de luchar por sorpresa por un playoff de ascenso al que no estaba preparado por carecer de mimbres, pero era una acción y efecto espectacular, siendo un empeño difícil de llevar a cabo y constituía por ello un estímulo que afrontar por exigencias de un guion imprevisto.

El frenazo desde finales de enero evidenció que el fondo de la plantilla no daba para mantener el brote de viva complacencia de alto nivel competitivo y condicionó el impulso de los deseos el saldo económico raquítico en el mercado invernal de potenciar su candidatura al playoff. De la ilusión se ha pasado a la decepción, siendo el centro crítico de nuevo Abel Gómez, “más vale caer en gracia que ser gracioso”, un técnico de club adaptado con sus virtudes y sus defectos a lo que le ofrecieron ajustes de sobrevivir al día a día. El equipo fue incapaz de hacer frente a la presión del devenir, además con jugadores que no han dado de sí en su capacidad lo que se esperaba de ellos como referentes en fases determinadas. 

El apagón de las dos últimas jornadas ante rivales de descenso ha dejado noqueado al Recreativo cuando sus opciones de recuperar el quinto puesto eran posibles tras la debacle de casi cuatro meses sin ganar fuera (solo dos empates). Y espera un final de mayo de competir al máximo con dignidad como aspirante actual para cerrar una temporada de calificación buena y aún aferrado a las creencias del último acto de fe de las matemáticas para ser grandiosa.