In memoriam

Ernesto Delgado, el profesor que llegó a alcalde de Algeciras

Landaluce, Esteban, Palacios y Sánchez Rull, en la capilla ardiente de Ernesto Delgado, instalada en el Ayuntamiento de Algeciras el 16 de marzo de 2023.

Landaluce, Esteban, Palacios y Sánchez Rull, en la capilla ardiente de Ernesto Delgado, instalada en el Ayuntamiento de Algeciras el 16 de marzo de 2023.

Siempre me llamaron la atención su educación, amabilidad, cortesía y saber estar. Y, sobre todo, su sentido del humor. Pasábamos muy buenos ratos en el Colegio Público San Bernardo de Algeciras, cuando en la hora de recreo nos comunicábamos más abiertamente y nos contábamos nuestras cuitas.

Ernesto nació en Ceuta en 1947 en el ya desaparecido Patio Hachuel. Allí vivió su infancia junto a su familia con la que fue muy feliz. (Allí vivió también mi entrañable amiga Eugenia). Estudió el bachiller en el Puertas del Campo y, más adelante, en la Escuela Normal de Magisterio, trabajando en la docencia años más tarde en diferentes poblaciones y centros, por ejemplo, en San Martín del Tesorillo, Palmones (centro del que fue director 9 años), Instituto Torrealmirante, Kursaal (en Algeciras)… y, por supuesto, en el Colegio Público San Bernardo.

Ernesto era un hombre de cultura, moderado y reflexivo, con el que se podía dialogar abiertamente: claro y directo, te decía las cosas sin rodeos y poseía un claro sentido de la justicia, como buen socialista que era. Ejerció como alcalde de Algeciras de 1983 a 1991, haciéndolo muy bien. Es recordado por todos durante esa época. Entre otras cosas rehabilitó el Teatro Florida, donde a tantos espectáculos hemos podido asistir; también inauguró el Pabellón cubierto Ciudad de Algeciras; más adelante su piscina también cubierta, junto a Francisco García Corral, gran amigo, y también de mi hermano y mío, pues vivíamos en la Calle Alfau. Ernesto fue también director de la UNED durante tres años en Granada. Sucedió a Paco Esteban en la Alcaldía y a él, Patricio González.

También rehabilitó el precioso Parque Smith, donde actualmente se encuentra la Mancomunidad, y el Edificio la Escuela. El trazado de los paseos de La Cornisa y el marítimo de Getares, la conversión del Hospital de la Caridad en la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano, la edificación de la Plaza de Andalucía, pistas de atletismo, campos de fútbol… Él mismo, y viviendo antes en Ceuta, jugó al fútbol (una de sus pasiones) en el equipo Abyla. Conozco a alguna que otra persona en Ceuta que lo conoció entonces opinando sobre él "que era muy buena gente".

Ernesto era, en resumidas cuentas, un humanista y filántropo. A mí me llamaba cariñosamente Rigoberta Menchú, la que fuera premio Nobel de la Paz en 1992. Decía que me parecía a ella, no tanto físicamente, como en la forma de ser. Para mí era un placer escuchar esto y lo recuerdo con cariño. También recuerdo sus clases al aire libre con sus alumnos, en el patio de recreo, donde se sentía a gusto y donde los estudiantes se mostraban muy felices.

Algunas veces coincidíamos en el mismo lugar ya que yo impartía mis lecciones también al aire libre o bajo los árboles. La verdad es que lo pasábamos muy bien. Nos comentaba a los compañeros del San Bernardo que, después de un tiempo de excedencia y cuando volvió a la docencia, que tanto le gustaba, comprobó que las cosas habían cambiado mucho, sobre todo la actitud de los alumnos. Aun así, Ernesto amaba su profesión.

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