Osasuna siempre ha sido un equipo rocoso e incómodo, con una afición fiel y animosa que lo llevaba en andas en El Sadar aunque fuera de casa bajaba su empuje. Precisamente la temporada siguiente ascendería a Primera donde permaneció muchos años. Era la penúltima piedra de toque de aquella imparable A.D. Almería en el Franco Navarro en la vigesimotercera jornada. Como todos los domingos, gran lleno, con la peña Los Churros recorriendo la ciudad toda la mañana con sus cornetas y tambores y llevando a la afición al campo a las cuatro de la tarde, por cierto, bastante calurosa.

En un ambiente de gala saltó al campo Osasuna, formando con: Vicuña; Mina, Julio, Gabari, Sánchez Rubio (Dioni 55’); Pascual, Torres (Rebollo 54’), Sorondo; Iriarte, Iriguíbel y Serrano. Maguregui sacó a: César; Paniagua, Zunzunegui, Óscar López, Maxi; Martínez, Garay, Garrido; Rojas (Jeromo 55’), Rolón y Rozas (Abarca 80’). Pitó Sánchez Marín del colegio vizcaíno, sin problemas.

El partido fue un auténtico monólogo rojiblanco que dominó en todo momento. El primer gol llegó pronto. Maxi profundiza por su banda manda el balón a la olla, Rolón lo baja con la cabeza y Rojas empalma a la red (22’). Con 1-0 finalizó la primera parte y al poco de empezar la segunda. Garrido coge un balón en su campo, desborda a quienes le salen al paso y al llegar al área suelta un tiro que entra por la escuadra (50’).

Gritos de ¡Colombo, Colombo! como llamaban cariñosamente al bravo jugador. El definitivo 3-0 llegó a los 75’. Rozas entra en el área y es derribado. Penalty que lanza el especialista Jeromo con su magistral zurda engañando a Vicuña. Cinco jornadas quedaban para el final y la A.D. se ponía a un punto del ascenso, cuya última plaza ocupaba el Real Betis, siguiente visitante del Franco Navarro. Pero antes había que ir a Terrasa a saldar una vieja deuda futbolística: el caso Hierro.