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Calle Rioja

Francisco Correal

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Compendio de buscones, lazarillos y celestinas

Francisco Rico era barcelonés y defendió a capa y espada, la lengua española. Desde su sillón en la Academia y desde sus estudios sobre el 'Quijote', la 'Celestina' o el 'Lazarillo' Muere Francisco Rico, valedor del ‘Quijote’ y el legado de los clásicos

El filólogo y académico Francisco Rico, en la conmemoración del IV Centenario de la publicación del ‘Quijote’ en la Casa Cervantes de Valladolid.

El filólogo y académico Francisco Rico, en la conmemoración del IV Centenario de la publicación del ‘Quijote’ en la Casa Cervantes de Valladolid. / nacho gallego/efe

Tengo su breve biblioteca de autores españoles desde 1991. Apareció un año antes, con un fragmento de la Tentación de Santo Tomás de Aquino de Velázquez en la portada. Agiten las 320 páginas de este libro editado y compilado por Francisco Rico Manrique (1942-2024) y tendrán un mosaico de la mejor literatura española por la que se pasean el Cid y los que conquistaron la Nueva España, La Celestina y el Lazarillo de Tormes, don Quijote y Amadís de Gaula, el caballero de Olmedo y el burlador de Sevilla, Segismundo y Teresa de Jesús. La mística, la picaresca, el nacimiento de la novela. Rico de vivo, Manrique de muerto, termina sus notas finales con el inmortal soneto de Quevedo: “… su cuerpo dejarán, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado”.

El pasado 23 de abril, día del Libro, mi curiosidad me llevó a fijarme en qué libros llevaba la gente que todavía lleva libros. Sé de un joven que todos los días se sienta en esa hora ambigua entre el desayuno y el aperitivo en El Badulaque, el bar de Walter y Agustina, y siempre está leyendo. No sé si lee poesía, ensayo o novela; lo único cierto es que según la hora acompaña la lectura de un café o una cerveza y la interrumpe cuando tiene compañía. Esos quijotes, lazarillos, celestinas y campeadores despertaron en nosotros el ánimo indeleble de adentrarnos en vidas ajenas.

Uno de los días de Feria entré en el súper de El Corte Inglés. No había nadie. En la zona de droguería, junto a los mil tipos de lejías y detergentes, me crucé con uno de los sacerdotes que ofician misa en el Gran Poder. En una mano llevaba una botella de gazpacho; en la otra un tocho. Lo apoyó sobre la caja y no pude evitar la curiosidad. El libro se titulaba Mil años de poesía española y el autor-editor Francisco Rico. El famoso milenio por el que hace un año nos convocó Manuel Marchena para hacer una inmersión en el tiempo perdido o empatado. Los curas del gran Poder son buenos lectores. En uno de los confesionarios uno de ellos se dejó un ejemplar de Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea. Andrés, sacerdote de cuna extremeña que también oficia misa en esta Basílica, es un clérigo versado en Gabriel y Galán, Wenceslao Fernández Flórez, Chesterton o Juan Manuel de Prada.

Entrevisté a Francisco Rico hace una década. Llevaba Rajoy tres años en la presidencia del Gobierno y faltaban otros tres para el disparate del 1 de octubre de 2017. Eso explica la frase de Francisco Rico con la que titulé la entrevista: “Andalucía tiene razones más serias que Cataluña para ser independiente”. Hoy sería una raya en el agua en el soberanismo rampante, porque no se puede ser más barcelonés y más defensor de la lengua española, paladín de capa y espada desde que en 1986 ingresó en la Academia de la Lengua.

En su cruzada particular se convirtió en una suerte de seleccionador nacional, un Luis Aragonés de la lengua para hacer un bosquejo con doce textos imprescindibles de nuestra literatura. Eligió a doce autores (un equipo con dos porteros) y a cada uno le pidió que resumiera el clásico correspondiente en una holandesa a doble espacio. Cela glosó el Poema de Mio Cid; Soledad Púertolas, el Romancero Viejo; Muñoz Molina, el Amadís de Gaula; Torrente Ballester, la Celestina; José María Merino, la Historia de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo; Eduardo Mendoza, el Lazarillo de Tormes; Javier Marías, el Libro de la vida’ de Santa Teresa de Jesús; Francisco Ayala, don Quijote de la Mancha; Manuel Vázquez Montalbán, el Buscón de Quevedo; Fernando Fernán Gómez, El caballero de Olmedo, de Lope de Vega; Luis Goytisolo, La vida es sueño, de Calderón de la Barca; y Carmen Martín Gaite, El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina. La crónica del regreso de don Juan desde Nápoles a Sevilla.

Un seleccionador con gran olfato literario. A algunos de sus ‘convocados’ los eligieron después académicos de la Lengua: Muñoz Molina, Mendoza, Marías, Soledad Puértolas. Otros ya lo eran, caso de Torrente Ballester o Camilo José Cela, que un año antes de glosar las andanzas de Rodrigo Díaz de Vivar, que empieza con su destierro de Castilla, obtuvo el Nobel de Literatura.

Javier Marías, que como hizo en su novela ‘Los enamoramientos’, vuelve a meterse en la piel de una mujer por exigencia literaria. La de Teresa de Jesús nada menos, de la que cuenta, como escribía en la holandesa a doble espacio, su historia, “un proceso de lucha y conquista”. Como si la santa de Ávila fuera uno más de los figurantes del libro de Bernal Díaz del Castillo. En la entrevista que le hice a Francisco Rico, que era la amabilidad en persona, bromeaba con la popularidad que le había dado Javier Marías al convertirlo en personaje de algunas de sus novelas. Rico fue compañero en la Academia de Julián Marías, padre del novelista, y de Javier Marías.

Me contaba que en una entrevista que un inspector de Hacienda le hizo para una revista de la Agencia Tributaria al entrevistador le llamó la atención que se llamara igual que el personaje de las novelas de Marías. En realidad, Rico hacía de Rico y así aparece en Oxford en una de las páginas de ‘Veneno, sombra y adiós’, tercera entrega de la trilogía ‘Tu rostro mañana’: “… hoy ha venido el Profesor Rico. Tiene una tarde magistral esta tarde en el Cervantes… El Profesor Francisco Rico, nada menos. No sé si lo sabes, pero es una gran eminencia, un primer espada y muy severo. Al parecer trata a patadas a la gente que le parece idiota o que lo importuna. Es muy temido, muy impertinente, muy cáustico. Ni loco debes interrumpirlos, Deza. Es académico de la Española”.

En 2014 Carles Puigdemont era alcalde de Gerona y Juan Ignacio Zoido alcalde de Sevilla. En 2017 sus destinos se cruzaron y ahora los dos son eurodiputados. Puigdemont quiso ser lazarillo y campeador. “Todo el mundo quiere ser independiente”, me decía Francisco Rico en la entrevista, “mandar en sí mismo, administrar sus propios asuntos y tapar sus escándalos”. “Qué dirían en Sevilla”, añadía, “si les preguntaran si querían ser independientes de Andalucía”. Un día antes de su muerte, a los sevillanos les preguntaron si querían que la Feria empezara en sábado o en lunes. Parafraseando a Larra, aquí baila media ciudad. Cantó de la otra media.

La mitad de los integrantes de la Breve biblioteca de autores españoles ganaron el Planeta. Fernán-Gómez fue finalista. El comienzo de su resumen de ‘El caballero de Olmedo’ es admirable. “Durante el reinado de Juan II coincidieron en Medina un caballero triste, Don Alonso, y otro celoso, don Rodrigo. Los dos quedaron prendados de la bella Doña Inés…”.

En su Biblioteca de autores españoles, Francisco Rico pretendió dar una idea de la literatura española “entre la Edad Media y el Seiscientos”. Periodo del siglo de Cervantes y de Velázquez que ahora suena como el utilitario con el que las familias españolas le pusieron fin a la posguerra y a la cartilla de racionamiento, texto inédito de esta Breve Biblioteca. Francisco Rico, contrapunto del Francisco Pobre, el Poverelli que llevó al Papa Bergoglio a elegir ese nombre para su pontificado.

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