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Etapa 9 del Camino Primitivo: Cádavo Baleira- Lugo | Rumbo a 'Lucus Augusti'

Las murallas de Lugo son el gran atractivo de la capital lucense.

Las murallas de Lugo son el gran atractivo de la capital lucense. / Emilio J. de los Santos

En la novena jornada del Camino Primitivo, el cansado peregrino experimentará un notable cambio en el recorrido que afronta. El perfil al fin se aplana considerablemente. Sin duda, tras tantos días por montañas, es una noticia importante... y qué mejor manera que celebrarlo visitando la bonita ciudad de Lugo, a sólo 100 kilómetros de Santiago de Compostela.

El cambio de orografía no es inmediato. De hecho, no apreciaremos la diferencia hasta que hayamos completado 9 kilómetros de la larga etapa entre Cádavo y Lugo. En total son algo más de 30 kilómetros, así que nos aguarda una travesía de bastante longitud. Por suerte, la aproximación a la ciudad no se hace pesada, con un paisaje que es agradable en su mayor parte.

Tomamos como punto de partida la rotonda central de Cádavo. Este pueblo tiene un trazado de calles muy raro. Avanzamos por la avenida del Doctor Escobar rumbo norte. A los pocos metros, enfilamos la calle Rosalía de Castro, que sale a la izquierda en diagonal. Tras cierto serpenteo, a la izquierda otra vez, parte un amplio carril de tierra. Así nos despedimos de la localidad.

El recorrido sigue teniendo tramos muy bucólicos con presencia de mucho ganado vacuno. El recorrido sigue teniendo tramos muy bucólicos con presencia de mucho ganado vacuno.

El recorrido sigue teniendo tramos muy bucólicos con presencia de mucho ganado vacuno. / Emilio J. De los Santos

En ligero ascenso, avanzamos por praderas con algún que otro pequeño bosque. Algunas vacas nos observarán desde los muretes de piedra que delimitan nuestro camino. Así pasamos la aldea de Pradeda para continuar la leve subida y pasar junto al Alto de Vacariza. En este punto, nos encontramos una bifurcación: a la derecha podremos seguir el camino complementario a Vilabade, que alarga la ruta unos 500 metros para visitar la bonita iglesia gótica de Santa María de Vilabade, conocida como la catedral de Castroverde. El camino de la izquierda va más al grano y avanza directamente hacia Vilalle.

En nuestro caso, vamos por la segunda opción: el recorrido inicia un agradable descenso que sigue el valle del arroyo Novellos y rodea el Monte da Granda. En algo más de 2,5 kilómetros, está Vilalle, una aldea sin servicios. Su calle principal describe un ángulo hacia el norte para dirigirse a la Iglesia de San Pedro. Para verla hay que salirse del Camino.

Un imponente tronco blanco antes de llegar a Castroverde. Un imponente tronco blanco antes de llegar a Castroverde.

Un imponente tronco blanco antes de llegar a Castroverde. / Emilio J. De los Santos

Hay unos 2,6 kilómetros entre Vilalle y Castroverde, siendo la mayor parte de este tramo un paseo por una zona boscosa llamada Agra do Padazo. Delimitan este paraje los arroyos Cornedo y Fuente del Cajigal.

Castroverde es el municipio más grande que vamos a ver en esta etapa antes de la larga tirada hasta Lugo.  Se convierte en un buen punto de avituallamiento, ya que aún quedan 22 kilómetros hasta el final. En cuanto a su patrimonio, destaca su iglesia parroquial dedicada al Apóstol y la torre del homenaje del antiguo castillo de los señores de Altamira.

Plaza Mayor de Castroverde. Plaza Mayor de Castroverde.

Plaza Mayor de Castroverde. / Emilio J. De los Santos

El recorrido cruza perpendicularmente la carretera LU-P-1206. Transita ante el albergue municipal y, junto a una fuente, busca un paso de cebra para atravesar la calle Rosalía de Castro. Si necesitamos algo, en esta calle está la mayoría de los servicios del municipio: solo hay que seguir un poco más adelante. En la acera opuesta, el Camino avanza por un carril de tierra que nos conduce a una intersección: doblamos a la izquierda, para tomar otra calle de tierra a la derecha. Así alcanzamos la plaza principal del pueblo, con el Ayuntamiento y la Iglesia de Santiago

En el límite de la plaza, otra calle pierde el asfalto para internarse en un pequeño bosque que conduce a la carretera LU-530. Cruzamos al otro lado de la calzada para doblar a la izquierda e internarnos en un paso inferior. 

Un carril asfaltado atraviesa una denso arboleda para aproximarnos al desvío a la Iglesia de San Miguel do Camiño. Podemos visitarla si queremos. El recorrido continúan recto por un tranquilo paraje para volver a un sendero de tierra que nos conduce a un puente sobre el río Chamoso. En este punto llevamos 10 kilómetros de la etapa.

Un 'cruceiro' en Souto de Torres. Un 'cruceiro' en Souto de Torres.

Un 'cruceiro' en Souto de Torres. / Emilio J. De los Santos

Aunque puede que haya alguna cuesta puntual, el perfil se aplana mucho a partir de aquí. Se agradece tras tanto sube y baja en las jornadas previas. El paraje mantendrá su tónica tranquila y hasta bucólica. Sin posibilidad de pérdida, el Camino alterna pistas de tierra con carriles asfaltados mientras progresa entre varias aldeas de pequeño tamaño y con un aspecto tradicional gallego: Souto de Torres (en el kilómetro 12), Nadella (Km 13,7), Vilar de Cas (kilómetro 14,5), Soutomerile (en el 15) y, tras pasar el río Rondán, llegamos a Gondar, en el kilómetro 17.

Unos extraños maniquíes a pie del Camino. Unos extraños maniquíes a pie del Camino.

Unos extraños maniquíes a pie del Camino. / Emilio J. De los Santos

Esta última aldea es algo mayor que las anteriores, pero tampoco tiene servicios. Accedemos a Gondar por una carretera local (LU-P-2917) y no nos separamos de ella. Se tiene constancia histórica de este sitio porque albergaba un antiguo hospital de peregrinos, pero al sufrir un desvío el Camino en el siglo XIV, cayó en decadencia. Ya en el siglo XX se construyó una casa de labranza sobre aquel edificio, situada a la salida del pueblo. Podemos interesar la población para ver la Iglesia de Santa María, de pequeño tamaño, pero situada fuera del Camino, hacia norte.

Nos queda algo menos de la mitad de la etapa. Al salir de Gondar, la carretera local que pisamos asciende un corto repecho para alcanzar la cantera del Alto de la Devesa. Dejamos el asfalto para tomar otro sendero de tierra que atraviesa un bosque y visitar A Estrada, núcleo con muchas casas dispersas. Pasada la aldea, nos reincorporamos a otro carril que nos aproxima nuevamente a la LU-530. Nos mantenemos junto a ella, por un sendero paralelo, durante 2,5 kilómetros.

Tramo por bosque al salir de Gondar. Tramo por bosque al salir de Gondar.

Tramo por bosque al salir de Gondar. / Emilio J. De los Santos

La abandonamos por la derecha por la carretera que lleva a Manzoi, pero a los pocos metros doblamos a la izquierda para enfilar un sendero de tierra que vuelve a alternar bosque y pradera hasta llegar a As Casas da Viña.

Con 24,5 kilómetros andados, cada paso empieza a pesar. Sin salirnos del carril que llevamos, continuamos por un paisaje que alterna arboledas y campos de labranza hasta unas instalaciones que sirven de circuito de examen de motos. Rodeamos el perímetro hasta llegar a un cruce en forma de T. Aquí viramos en ángulo recto a la derecha. Este carril que iniciamos nos permitirá pasar por un puente la autovía A-6 y, un kilómetro después, la ronda de circunvalación LU-021.

Ya se nota la proximidad de la ciudad. Comenzamos a pisar asfalto nuevamente en la aldea de Castelo. En un cruce, doblamos a la derecha por una calle flanqueada por muros: es la calle de las Flores. Cuidado si vienen coches. Sin desviarnos, vamos bajando poco a poco al puente romano sobre el río Chanca, situado en el barrio del mismo nombre. Ya estamos en Lugo.

Llegada a Lugo, con la marca de los 100 kilómetros. Llegada a Lugo, con la marca de los 100 kilómetros.

Llegada a Lugo, con la marca de los 100 kilómetros. / Emilio J. De los Santos

Lucus Augusti, como la llamaban los romanos, nos recibe con las escaleras de Fontiñas. Son la última tortura de esta etapa. Arriba nos recibe un enorme cartel con el nombre de la ciudad y la marca de 100 kilómetros hasta Santiago. Nuestra gran meta final está ya a tiro de piedra.

Una bonita estampa de Lugo desde la muralla. Una bonita estampa de Lugo desde la muralla.

Una bonita estampa de Lugo desde la muralla. / Emilio J. De los Santos

Si cruzamos la Ronda das Fontiñas y avanzamos por el carril de las Flores, damos con el recinto amurallado, símbolo de la ciudad que atesora el bello centro histórico lucense. Es obligatorio recorrer el círculo que describe esta muralla y conocer sus puertas de acceso. También interesa visitar la Catedral de Santa María, que comenzó a construirse en el siglo XII, aunque tiene muchos añadidos posteriores de diferentes estilos. Si hay ganas, es un placer perderse caminando por las calles del bien conservado casco histórico o simplemente parar en su Plaza Mayor para ver su ajetreo. Tras tantos días por parajes en soledad, se agradece ver el animado ambiente.

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