La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¡Que me secuestro!

Un personaje/víctima de la telebasura se ponía un saco por la cabeza mientras decía “¡que me secuestro!”. Pues eso

El miércoles, durante la sesión de control, Sánchez asumió los votos del PNV y EH Bildu como un triunfo personal: “Nueve de cada diez votos el pasado domingo en Euskadi fueron a partidos políticos que apoyaron esta investidura, a este Gobierno y las políticas que estamos desplegando durante estos meses de legislatura. Nueve de cada diez. Ése es el resultado de la política de confrontación, de desinformación y de bulos que ustedes están practicando. Les ganamos nueve a uno”. Un éxito, vaya. Pocos días antes Pilar Alegría había dicho, refiriéndose a Otxandiano y EH Bildu: “Este país ha sufrido muchos años el terrorismo de ETA y no reconocer que es una banda terrorista no es que sea absolutamente cobarde, sino que es un desprecio a las víctimas y la sociedad española en su conjunto. Es un negacionismo incompatible con la propia historia de nuestro país y de la democracia”. Convertir los votos de estos negacionistas incompatibles con la democracia en un triunfo personal –“les ganamos nueve a uno”– supone un desprecio a los ciudadanos que, por lo visto, consideran memos y amnésicos.

Este debe ser el concepto que Sánchez tiene de la ciudadanía a la que ha dirigido la carta que Rubén Amón ha definido como “el órdago infantil del narcisista”. Según la psicología algunos síntomas del narcisismo son: necesidad constante de la admiración excesiva de los demás y de que se reconozca su superioridad incluso sin haber logrado nada, enojo cuando no se recibe un reconocimiento o trato especial, dificultad para manejar las emociones o afrontar situaciones de estrés.

¿Qué tenemos aquí? ¿Windsor renunciando al trono por Wallis? ¿Un príncipe de sonatina de Rubén Darío que está triste, ha perdido la risa y el color, y está pálido en su silla de oro mientras en un vaso olvidado se desmaya una flor? ¿Un farol de tahúr? ¿Una victimización demagógica y trumpista? ¿Yo o el fascismo? ¿Búsqueda de manifestaciones de adhesión inquebrantable? ¿Ahondar más la polarización y la política de bloques? ¿Dejación de funciones de un presidente que cancela su agenda durante cinco días para pensar si dimite o no en vez de pensarlo primero y hacerlo después? ¿O quizás para negociar con sus apoyos una moción de confianza?

Uno de los personajes/víctimas de la telebasura fingió su propio secuestro que después vendió por los platós poniéndose un saco por la cabeza mientras decía “¡que me secuestro!”. Pues eso.

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