La victoria de Salvador Illa en las elecciones catalanas del pasado domingo ha convertido a los socialistas catalanes en un factor de poder con enorme capacidad de influencia dentro del PSOE de Pedro Sánchez. Aunque el Partido de los Socialistas de Cataluña es, en teoría, una organización con su propia autonomía, en la práctica su funcionamiento es como el de cualquier otra federación territorial del partido y adapta sus estrategias a los intereses de la dirección nacional. El poder creciente de los socialistas catalanes ha ido en paralelo a la pérdida de influencia de los andaluces, que durante décadas fueron determinantes en las grandes decisiones del PSOE y aportaron dirigentes nacionales de considerable peso específico. La llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general tras derrotar a Susana Díaz en unas primarias que desgarraron al partido fue el primer capítulo del hundimiento del socialismo andaluz, enormemente agravado tras la pérdida de la Junta de Andalucía en diciembre de 2018. Desde entonces todo ha ido a peor. El liderazgo de Juan Espadas nunca ha podido considerarse sólido y la mayoría absoluta del PP en 2022 no hizo sino agravar las cosas. Por el contrario, el socialismo catalán, sobre todo tras la llegada de Illa catapultado desde el Ministerio de Sanidad que gestionó la pandemia, no ha dejado de avanzar y de mejorar sus resultados electorales. Ahora se abre un proceso complicado en el que los intereses de Illa y de Sánchez no van a ser plenamente coincidentes. Se comprobará si el PSC actúa como contrapeso de la política personalista del secretario general o se pliega a sus intereses. El resto de las federaciones del partido van a estar ausentes de este debate. Sobre todo, la andaluza cuya voz se escuchaba con fuerza y que hoy guarda un silencio sepulcral.

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