Fitur

El balcón-velador de la tierra de Ayuso

El balcón-velador en 'Covarrubias The One'.

El balcón-velador en 'Covarrubias The One'. / Redacción Sevilla

Lo que hubiéramos dado por un invento así en aquellos meses de confinamiento de 2020, cuando nos quedamos encerrados en casa por la pandemia y sólo salíamos al balcón (o a la ventana) para aplaudir el esfuerzo del personal sanitario. Fue una de las primaveras más negras que se recuerda y en la que hubo un interés inusitado por hacerse con ingentes cantidades de papel higiénico. Cuatro años después (de nuevo un bisiesto), seguimos sin conocer el motivo que llevó a miles de españoles a dejar los supermercados sin reservas de tan necesario material (procuren siempre tener dos junto al inodoro).

Lo cierto es que, además de este producto –destinado a dejar lo más pulcra posible la zona donde la espalda pierde su nombre–, se registró una importante subida de ventas en la sección de bebidas alcohólicas. Un país intentando ahogar las penas en vino y cerveza. Las imágenes de aquellos días permanecen grabadas en la retina de la memoria. Los balcones se convirtieron en el asidero de una sociedad que había dejado muy atrás alguna época que se pareciera lo más mínimo a lo que en 2020 se sufría.

Vimos balcones y terrazas con actuaciones musicales, con pañoletas de casetas, con vecinos tomando el sol e incluso con algún que otro solo de corneta con el que contentar la orfandad de cofradías. Pero en esta ciudad de los 5.000 bares nos faltó un invento que hemos visto estos días en tierras de Ayuso y Almeida, los rostros del PP en el epicentro del ruedo ibérico: el balcón-velador.

En un antiguo palacete

Fue en el espacio Covarrubias The One (la dictadura del anglicisimo), en la calle del mismo nombre y en pleno centro de Madrid. Se trata de un antiguo palacete, reconvertido con mucho gusto en sala de fiestas y en el que debemos destacar su elegantísimo ascensor, así como las yeserías que decoran los altos techos. En una de sus dependencias la ciudad de Sevilla celebró el acto previo a la inauguración de Fitur, esa cita que reúne a cientos de alcaldes de España, concejales y su amplio séquito (con gastos cubiertos) en la capital española durante los días postreros de enero. Al menos, este año hubo benevolencia meteorológica y no resultó necesario acudir con guantes y bufandas.

El elengantísimo ascensor del antiguo palacete. El elengantísimo ascensor del antiguo palacete.

El elengantísimo ascensor del antiguo palacete. / Redacción Sevilla

En este edificio rejuvenecido sin perder un ápice de encanto, José Luis Sanz presentó la campaña Passion for Summer, lema inglés con el que el Ayuntamiento pretende captar turistas en los meses en los que el mercurio se pone por las nubes. Un simulacro de termómetro lo recordaba con la marca de los 41 grados y dos azafatas vestidas con sombrero de ala ancha, flor en el pelo y mantoncillos por cuyos flecos hacía tiempo que no pasaba una buena plancha.

Lo bueno de esta presentación es que fue corta y directa. Al frente de la misma estuvo el actor Antonio Garrido, que con su peculiar guasa intentó desbaratar los prejuicios que existen sobre el verano en la ciudad hispalense. Le siguió Sanz, que enumeró uno a uno los motivos por los que Sevilla debe ser visitada en época estival, algo hasta hace poco impensable, pero ya saben que al todopoderoso turismo nada se le resiste. Ni las cinco olas de calor del último verano.

El simulacro de termómetro marcando los 41 grados. El simulacro de termómetro marcando los 41 grados.

El simulacro de termómetro marcando los 41 grados. / Redacción Sevilla

El alcalde y el actor pasaron lo suyo para hacerse oír en un auditorio que llevaba ya bastantes minutos entregado al arte de alegrar el gaznate y llenar la tripa. Larga mesa con vino y cervezas y camareros por doquier con bandejas en las que se depositaba una generosa gama de aperitivos. Público netamente local donde se repetían los rostros habituales de los saraos que colmatan la agenda de un día cualquiera en la ciudad hispalense. Muchos de ellos llegaron a Madrid en dos trenes AVE fletados por la organizadora de Icónica, el festival de conciertos veraniegos que se celebran durante dos meses en la joya del regionalismo sevillano, la Plaza de España. Un viaje tematizado con música electrónica (pocos resistieron en sus asientos más de media hora) y flamenca (con simulacro de claveles y plantas trepadoras desde el techo del vagón). Toda una experiencia en un medio de transporte que no pasa por su época de mayor prestigio.

El séquito municipal

La delegación municipal estuvo bien nutrida de concejales. Juan Bueno, Álvaro Pimentel (no hay edil que luzca mejor la chaqueta), Ángela Moreno (Angy para los amigos), Minerva Salas, Blanca Gastalver (la elegancia consistorial) y una siempre simpatiquísima -lo reconoció hasta el sindicalista Carlos Aristu sobre la moqueta de Ifema- Evelia Rincón (a quien alguna lengua afilada ya ha apodado como la Divina Pastora por lo civil, por aquello de fotografiarse cada día bajo un árbol). Más todos los directivos y responsables de los organismos vinculados con el turismo de la ciudad.

En esta noche previa a Fitur, amenizada con actuaciones de flamenquito (no confundir nunca con el género flamenco, so pena de lesa humanidad) y con público bien trajeado (siempre hay excepciones, claro), descubrimos un accesorio que nos hubiera hecho mucho más llevadero aquel confinamiento de principios de década. Una pequeña tarima anclada al herraje del balcón. Con la superficie justa para que sobre ella se posen copas y botellines y alguna que otra tapa con la que acompañar el líquido elemento. Permite, incluso, que en el balcón quepan dos personas, las que flanquean este velador portátil que fue del agrado de los que disfrutaron de su uso, asombrados de tanto ingenio. El laureado I+D+i en la hostelería madrileña. Ya estamos tardando en importarlo.

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