Luces y razones

Por el mar corren las liebres

Por el mar corren las liebres

Por el mar corren las liebres

Las mentiras son bastante menos disculpables que los relatos fabulosos. Aunque, puestos en la mentira, una conocida canción infantil -ironía aparte en su letra- recomienda contarlas cuando se va despacio. La contemplación de este barco no se presta a ello; si bien, así plantado, pudiera darse con la fantasiosa idea -también menos reprobable que la mentira- de que navega tierra adentro. A la fabula o a la fantasía ayuda, entonces, la distintiva y característica naturaleza de las cosas. Esto es, ante un barco, pronto se piensa en sus singladuras, antes que en el lugar donde se encuentre. De modo que, por la fuerza de lo que resulta propio, cueste poco a la imaginación, sin acudir a la mentira, recrear la navegación o convertir un secarral en quietas aguas del mar. Sin embargo, ni siquiera los ejercicios fantasiosos o las mentiras juguetonas, como las de la canción infantil, pueden con la impresión del abandono. Por eso este barco, donde quiera que estuviese, sea en su medio natural o cambiado de sitio, por las razones que fuera, no podrá hacer singladuras reales ni fantasiosas. Y ya no prevalecerá la fuerza de su carácter navegante, sino el doble sentido de su derrota: estar vencido el barco y haber llegado, en su rumbo, al abandono. Mejor el juego: “Por el mar corren las liebres, […], tralará”.

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